EL DESAFÍO DE (NO) HACER NADA

NO HACER NADA bilaketarekin bat datozen irudiak

Con la llegada de las vacaciones, llega el periodo de descanso, de olvidarse de los horarios, salirse de la rutina y dejarse llevar por lo que surja. Entre las cosas que más apetecen al tomar contacto con las vacaciones están el disfrutar de los días de sol, del contacto con la naturaleza, de la buena compañía, de una buena siesta o simplemente del hecho de NO HACER NADA.

Esto que en principio parece facilísimo, para la gran mayoría es bastante complicado, ya que aparecen emociones desagradables como la culpa o la exigencia que  dificultan permanecer en ese estado y disfrutarlo en toda su extensión. Con esto me refiero a que muchas veces cuando nos disponemos a no hacer nada, la exigencia se hace presente y nos dice que estamos perdiendo el tiempo (¡y eso no se hace!) cuando existen tantas cosas que se podrían o se deberían hacer en lugar de estar tirados en el sofá, estar leyendo una novela o mirando a los pájaros. Incluso nos puede visitar la culpa, llamándonos vago/a, holgazán/a… hasta que al final la ansiedad empieza a apoderarse de nosotros y acabamos levantándonos y haciendo alguna tarea de la lista mental. Incluso llama la atención cómo la expresión verbal de “no hacer nada” incluye un NO delante como si se quisiera negar el “hacer nada”.

¿A qué se refiere entonces el (no) hacer nada? Pues a dedicarnos a actividades que no son laborales ni domésticas, esto es, a actividades en que lo que se persigue es el puro placer y deleite, algo que también denominamos OCIO.  Incluir el ocio en nuestra vida, apreciarlo y disfrutarlo es todo un logro y una tarea difícil para gran cantidad de personas. Los beneficios que aporta, en cambio, son múltiples: supone un descanso para nuestro cuerpo, un estímulo a la creatividad, una sensación de bienestar, una inyección de energía, buen humor, satisfacción personal…y todo esto, reconozcámoslo, ¡nos lo merecemos!

Feliz verano a todos/as! Me voy a hacer nada!

Nos vemos en Septiembre!

Amaia